Significa celebrar el “bien supremo” como lo llamó el gran Aristóteles. Este día nos debe recordar que el gran objetivo común que debemos plantearnos y por el que debemos luchar como individuos y como sociedad es el de ser y ayudarnos a ser felices.
Significa también recordar que la felicidad no puede concebirse simplemente como una emoción momentánea causada por decreto, sino como una habilidad que está a nuestro alcance y que debemos desarrollar y cultivar a lo largo de nuestra vida.
En nuestra sociedad es sumamente valioso celebrar todo aquello que nos une más allá de lo que nos separa; aquello que hace resaltar nuestras similitudes más que nuestras diferencias; aquello que se consigue de manera tanto individual pero sobre todo de manera colectiva; aquello que nos permite ayudar a los demás y no alejarnos de los demás; aquello que nos inspira y no lo que nos inquieta; aquello que nos hace soñar y no preocupar; aquello que hace que el mundo gire y no que se detenga; aquello que nos hace ser la mejor versión de nosotros mismos y no una versión plana de nosotros mismos.
Concluyo recordando lo que dijo alguna vez el Dr. Dan Gilbert al ser cuestionado sobre qué tanto sabe la ciencia en relación a la felicidad humana, a lo cual respondió: “No podemos estar felices todo el tiempo, tampoco podemos ser felices estando aislados, pero sí podemos ser más felices de lo que ya somos”… si nos lo proponemos.